“Common People” de Pulp: la historia detrás del gran himno del britpop

Pablo Plotkin
7 min readNov 23, 2023

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Por Pablo Plotkin

Robson Green y Jerome Flynn actuaban en una serie inglesa llamada Soldier Soldier. En un capítulo de 1995, se les dio por cantar “Unchained Melody”, el standard que, cinco años antes, había revivido gracias a la escena de Ghost en la que Demi Moore y Patrick Swayze modelan arcilla fresca. El cover de Robson & Jerome produjo un raro furor en Gran Bretaña, al punto que el productor Simon Cowell los convenció de lanzarlo como single. Durante siete semanas, estos perfectos muñecos de torta reinaron en los UK charts, mientras “Common People”, el primer gran hit de Pulp, aguantaba cuatro semanas en el segundo puesto antes de comenzar su lenta marcha descendente. Como “God Save the Queen” (Sex Pistols) y “The Queen Is Dead” (The Smiths), otros dos himnos británicos modernos alimentados por el resentimiento y la ansiedad, “Common People” se quedaba a medio metro de la cima del ranking a la vez que entraba a los gritos en la posteridad.

Fue lanzado como simple el 22 de mayo de 1995, hace exactamente veinte años, con una tapa que parecía citar el Nighthawks de Edward Hopper. Es difícil encontrar una canción de este período sobre la que se haya escrito y especulado tanto. El año pasado, una encuesta de la BBC Radio 6 Music lo consagró como el tema definitivo del brit-pop, relegando en el podio a clásicos como “Bittersweet Symphony” (The Verve) y “Don’t Look Back in Anger” (Oasis). A la larga, es el triunfo del gran colado de una escena dominada por Blur y Oasis, dos modelos supuestamente antagónicos de conducta, clase social y estilo. Mientras los Gallagher y Damon Albarn polarizaban la batalla cultural del rock en la Inglaterra de la transición laborista, llenando páginas y páginas de NME y Melody Maker, Pulp se presentaba como una tercera vía –más glam, sofisticada e intelectual– del fenómeno. Un grupo surgido en Sheffield, de raíz post-punk (formado en 1978, cuando Jarvis Cocker tenía apenas quince años), que había grabado un puñado de buenos discos y que parecía destinado al culto.

El riff de teclado de “Common People” surgió del Casio MT-500 que Jarvis se había comprado después de vender una pila de discos en un local de usados de Notting Hill. En su versión original, sonaba como el descarte de un jueguito de Arcade. La historia cuenta que el bajista Steve Mackey, al escuchar la secuencia de tres acordes, dijo un poco irónicamente que parecía “Fanfare for the Common Man”, de Emerson, Lake & Palmer. La referencia al “hombre común” inspiró a Cocker, que recuperó una escena de sus años universitarios en el Saint Martin’s College de Londres, donde había ido a estudiar cine. En 1988, en una clase de escultura, conoció a una chica griega de familia rica que le dijo que quería vivir en la zona de Hackney “para estar con la gente común”. “Esa especie de voyeurismo social condescendiente, ese turismo de la pobreza, la idea de que hay un cierto glamour en la clase baja” le quedó rebotando a Jarvis por mucho tiempo. En 1996 le dijo a la revista Q: “Era algo que yo advertía en Parklife (Blur), por ejemplo, o en Asesinos por naturaleza: esa noción del salvaje noble. Pero si caminás por los barrios bajos, hay mucho de salvajismo y poco de nobleza. En Sheffield, si le decís a alguien ‘común’ le estás diciendo vulgar, bruto. Eso es lo que me atrajo del título ‘Common People’, el doble sentido.”

¿Qué hay de especial, entonces, en este manifiesto agridulce, una marcha pop que gira alrededor de la frustración de clase y el sexo como zona de revancha? En el prólogo de su libro Madre, hermano, amante, Jarvis Cocker apunta: “Las letras no son poesía. Son las palabras de una canción”. “Common People” funciona como un relato breve perfecto y, como tal, en las primeras líneas presenta a su antiheroína con una precisión inapelable: “She came from Greece she had a thirst for knowledge/ She studied sculpture at Saint Martin’s College, that’s where I caught her eye.” La griega le dice al narrador que quiere acostarse con alguien común, alguien como él. El protagonista masculino no es más que una herramienta para satisfacer la curiosidad sociológica de la chica, aunque finalmente será quien la sacuda con un discurso aleccionador (“nunca vas a entender lo que se siente vivir una vida sin significado ni control”). Esencialmente, Jarvis está sublimando una fantasía, la que le da energía al tema más allá del mensaje político. “El atractivo sexual es básico”, le dijo Cocker a la BBC. “Yo no quería matar a esa chica: me la quería coger.”

En el personaje femenino de “Common People” también hay un reflejo oblicuo de la heroína de “Norwegian Wood (This Bird Has Flown)”, la chica del departamento sin sillas que se ríe después de comentarle a Lennon que tiene que levantarse temprano para ir a trabajar. En ese clásico de Rubber Soul (65), los Beatles le dan una nueva dimensión –compleja, moderna y realista– a la mujer dentro de la ficción del pop. Mucho menos entrañable y de algún modo más utilitaria (algo así como su anverso burgués), la griega de “Common People” funciona tanto como receptora del desprecio del narrador por el esnobismo de la aristocracia como espejo deformante del patetismo de la clase trabajadora a la que alguna vez perteneció.

En un documental de la BBC que cuenta la historia de “Common People”, un psicoanalista ofrece una interpretación de manual: Jarvis proyecta en el personaje femenino su mirada crítica sobre su entorno de infancia y adolescencia. Como señala su propia hermana, Cocker nunca fue, de hecho, una persona común: en el paisaje industrial de Sheffield, era el chico arty que estaba a un costado, que observaba y rodaba películas en Súper 8 mientras planeaba la fuga. La vieja idea del rock como el great escape del suburbio, como chance para trascender limitaciones formativas y materiales, también vibra en el contrapunto de la canción, escrita por un treintañero con la energía residual de una experiencia iniciática. Hoy, mientras el periodismo europeo sigue rastreando a la musa griega con nuevas y electrizantes hipótesis, es fácil pensar en Jarvis como el neurótico doble agente de la relación, el popular y el divino, el idealista y el cínico. Si se me permite el link desfasado, es como el Moris que ensayaba una crítica desde adentro al hippismo y las contradicciones de la bohemia en “Pato trabaja en una carnicería” (1970).

Nada de todo esto tendría sentido, sin embargo, si lo tomáramos como letra muerta. “Common People” mantiene su vigencia gracias a su diseño musical simple y poderoso, una cabalgata disco-punk calibrada por Chris Thomas, ex productor de Roxy Music y Sex Pistols (no está mal ubicar a Pulp en la intersección de esas dos bandas). El riff original del Casio de Jarvis se convierte en una máquina de puntuación obsesiva en los dedos de la tecladista Casandra Doyle, que sostiene la base a la par de Mackey y el baterista Nick Banks. Los latigazos de sintetizador, la guitarra de Mark Webber y el violín machacante de Russell Senior (que no soportaría el despegue y se iría del grupo al poco tiempo) funcionan en un mismo y fulgurante plano, alternando protagonismo en esa bola de nieve que es la canción. Jarvis, por supuesto, es el corazón dramático: en las primeras estrofas plantea el conflicto en un susurrante tono de farsa, después pasa a su registro clásico de barítono (“I took her to the supermarket…”) y acompaña la subida de la orquestación robótica hasta que el feedback de la guitarra detona el cambio de velocidad y Jarvis bordea el falsete (“She just smiled and held my hand…”). “Common People” ya nos agarró de la mano como la griega al estudiante de cine, y las imágenes que proyecta son absolutamente cristalinas, con un poder de síntesis que remite al mejor Morrissey (“Rent a flat above a shop, cut your hair and get a job. Smoke some fags and play some pool”). Después de la primera vuelta completa del estribillo pareciera que el tema no tiene nada más para dar, y de hecho la edición para radios dejaba afuera la última estrofa, que básicamente es el clímax, cuando Cocker vuelve al micrófono agotado y, filtrando la respiración, recupera el tono bajo del comienzo sólo para marcar contraste con el nuevo estallido (“You will never understand…”).

El video, dirigido por Pedro Romhanyi y con algún guiño a Yellow Submarine, también marcó una época con su mezcla de psicodelia naif, estética disco y una coreografía graciosa creada por el propio Jarvis. Por entonces la banda todavía estaba grabando Different Class, el disco que contendría “Common People” y otros hits enormes como “Disco 2000”, “Mis-Shapes” y “Underwear”. “Estaba claro que era una canción significativa”, dijo Cocker después. “Y ocho temas que iban a terminar en el disco los escribí con ‘Common People’ en los charts. El saber que por una vez en la vida tenía un público masivo me dio seguridad para sacar afuera ciertas cosas”.

En junio del 95, a un mes del lanzamiento del simple, Pulp tocó “Common People” en Glastonbury, frente a una multitud que saltaba y coreaba cada línea. Cocker pensó que nunca volvería a vivir un momento como ese, un instante tan claro de transformación. Y estaba en lo cierto. “A partir de entonces había que hacer algo diferente”, diría una década más tarde. “Porque no podés vivir en un momento por el resto de tu vida.” Cuando la banda se reunió en 2011, Jarvis parecía haber dado la vuelta completa y, antes de tocar “Common People” en el festival de Reading, declaró ante el público: “Si Pulp será recordado sólo por esta canción, no me importa. Es una buena canción”.

  • Nota publicada originalmente en La Agenda, el 22 de mayo de 2015.

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Pablo Plotkin

Periodista, escritor, guionista. Exdirector de Rolling Stone Argentina. Autor de las novelas ‘Un futuro radiante’ y ‘Brasil del Sur’.